jueves, 1 de enero de 2009

Recuerdo. s




Quizá les haya pasado en alguna ocasión, quizá alguna vez caminando por la calle les pareció ver entre el tumulto de la gente a una persona a la que amaron hace mucho tiempo, apenas fue un instante, un breve destello de luz, el suficiente como para dejar una quemadura en la retina y en el alma. El suficiente como para dejarte paralizado en mitad de la acera sintiéndote a contracorriente de todo, sin saber muy bien que hacer o que decir. Y se le llena a uno la cabeza de recuerdos. Y el caso es que no estás seguro de que se trate de esa persona, porque primero fue como digo un breve instante, y en segundo lugar porque hace tanto tiempo desde la ultima vez que os visteis que...que...todos hemos cambiado en este tiempo. Y tu también aunque a veces te niegues a reconocerlo. Y está bien que así sea. El caso es que entonces uno queda dudando en mitad de la acera pensando si no será que uno confunde la realidad con el deseo, quiero decir que quizá si se trate de esa persona, pero a lo mejor no, a lo mejor uno lo desea tanto que la inventa entre la gente. Desapareciendo y apareciendo, apareciendo y desapareciendo. Y no digo que quedara algo urgente por decir, algo pendiente, quizá no sea eso, quizá sea un deseo inconsciente y uno solo quiere encontrarse con ella para decirle cualquier tontería, quizá para recuperar un retazo de aquellos tiempos en los que eramos eternos e invulnerables. Quizá solo para decir qué ha sido de ti en todo este tiempo, qué fue de nosotros, qué ha sido de mi. Algo parecido ocurre en la canción que vamos a cantar ahora. Transcurre en el metro de mi ciudad, Madrid. Es la historia de un tipo que entra en el vagón del metro y encuentra en el asiento del frente a una muchacha que le recuerda a una mujer a la que amó. O quizá sea ella. No lo sabe y está también lleno de dudas. Lo que voy a contar a continuación lo entenderá quien conozco la canción. Quien no conozca la canción tendrá que esperar a que la cantemos para entender lo que voy a contar a continuación. Muchos familiares y amigos se acercan para preguntarme sobre esta canción, sobre el final de la canción, más bien para preguntarme que qué diablos le pasa por la cabeza a la muchacha que protagoniza dicho final. Nunca puedo satisfacer a quien pregunta porque no tengo ni puñetera idea de lo que le pasa por la cabeza a la muchacha. Pero sí se algo. Se que un día todo cambiará. Espero que más pronto que tarde pero un día, las cosas serán diferentes. Un día el muchacho entrará en el vagón y la encontrará en el asiento de enfrente, radiante y luminosa. Se acercará a ella y le hará la pregunta que siempre le hace al terminar la canción . Y un día, todo cambiará. Ella se levantará de su asiento sosteniéndole la mirada, el metro detendrá su ritmo, todas las cabezas se girarán hacía ellos, la ciudad también se detendrá, la gente parada en las aceras, los coches en mitad de la calle, las palomas emprenderán el vuelo. Ella se acercará mucho a él, y un día le responderá de forma muy diferente a como lo hace en la canción.







Recuerdo.

Me levanto temprano, moribundo.
Perezoso resucito, bienvenido al mundo.
Con noticias asesinas me tomo el desayuno.

Camino del trabajo, en el metro,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos.

Y en el asiento de enfrente,
un rostro de repente,
claro ilumina el vagón.

Esos gestos traen recuerdos
de otros paisajes, otros tiempos,
en los que una suerte mejor me conoció.

No me atrevo a decir nada, no estoy seguro,
aunque esos ojos, sin duda, son los suyos,
más cargados de nostalgia, quizás más oscuros.

Pero creo que eres tú y estás casi igual,
tan hermosa como entonces, quizás más.
Sigues pareciendo la chica más triste de la ciudad.

Cuánto tiempo ha pasado desde los primeros errores,
del interrogante en tu mirada.
La ciudad gritaba y maldecía nuestros nombres,
jóvenes promesas, no, no teníamos nada.

Dejando en los portales los ecos de tus susurros,
buscando cualquier rincón sin luz.
"Agárrate de mi mano, que tengo miedo del futuro",
y detrás de cada huida estabas tú, estabas tú.

En las noches vacías en que regreso
solo y malherido, todavía me arrepiento
de haberte arrojado tan lejos de mi cuerpo.

A ahora que te encuentro, veo que aún arde
la llama que encendiste. Nunca, nunca es tarde
para nacer de nuevo, para amarte.

Debo decirte algo antes de que te bajes
de este sucio vagón y quede muerto,
mirarte a los ojos, y tal vez recordarte,
que antes de rendirnos fuimos eternos.

Me levanto decidido y me acerco a ti,
y algo en mi pecho se tensa, se rompe.
"¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?"
Y una sonrisa tímida responde:

"Perdone, pero creo que se ha equivocado".
"Disculpe, señorita, me recuerda tanto
a una mujer que conocí hace ya algunos años".

Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos.

Ismael Serrano

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