La vi salir del metro Salvador, más hermosa que otros días, con su mirada nerviosa, buscándome entre los rostros de otras gentes.
Aquí estoy!- Susurré
Y ella me miró aliviada, tanto como yo, desprendiéndonos de la nube de incertidumbres que acompaña cada paso en nuestra relación.
Caminamos de la mano tres cuadras, despreocupadas, ansiosas y silentes. La invité a descansar en aquel parque. Luego, con más amor que ternura la acuné en mi pecho y con mis dedos cerré sus ojos para invitarla a “desaparecer por un ratito del mundo” como dice esa canción que suele tararear.
Le hablé de sueños, de promesas y hasta de lucha, mientras el tiempo se detenía en la perfección de dos cuerpos entrelazados.
-No te dejaría nunca- dije luchando por contener una lágrima cuya procedencia no conocía.
-Me quedaría contigo- suspiró ella, abriendo sus ojos enormes, profundos y amantes, mientras me golpeaba con un beso que por
De pronto sus ojos recobraron la tristeza, mi lágrima terminó de caer y el tiempo se reanudó; mientras un hombre de verde con autoridad sentenciaba “señoritas no pueden estar aquí”.
Febe.!
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